sábado, 7 de diciembre de 2013

Chasqueo digital

El autor se halla en La Moncloa, en pleno consejo de ministros extraordinario, ha sido convocado para dar el informe anual de su departamento, momento en el que se le comunican posibles cambios en el presupuesto asignado. El autor termina su exposición entre aplausos y los ministros y el presidente Rajoy miran al autor con cierta perplejidad, el autor suele presentar un informe anual pero todavía no había sido convocado por el ejecutivo de Rajoy ya el presidente se sintió molesto cuando se enteró que el autor hacía mofa pública de su persona y de su manera de hacer política. La presentación ha sido excelente, y por primera vez en más de un año, el gobierno se encuentra con algo que pueden presentar como un éxito propio y así poder dar la impresión ante la opinión pública mundial de estar haciendo algo más que cagarla una vez tras otra.

--¿O sea que podemos presentar esto en Europa como una innovación y éxhito en el campo del I+D+I+AZ patrio? -pregunta el presidente Rajoy.

--afirmativo, sr Presidente -contesta el autor con inmensa humildad-, lo he supervisado yo mismo, es cierto que Belén la de administración me ha ayudado mucho con el pogüerpoin, pero en líneas generales esto es idea mía y por tanto tiene mi particular sello de calidad; si le presenta este plan a la Merkel va a parecer como que hace algo, se lo aseguro

--bssshe, mmmg, aaaahwqq -el presidente intenta replicar al autor mirando sus notas con la intención de decir algo digno, pero al no entender su propia letra deja los papeles y los balbuceos y pasa a un esforzado modo on line -Bueno, todo muy bien, entonces queda el tema del presupueshto... un 17 de aumento es demasiado y...

--17,87 -contesta un autor cada vez más sencillo y humilde-, es un 17,87 % de aumento, sr Presidente, considere el prestigio y los ingresos en patentes de los que por cierto solo me llevo una parte mínima, el grueso del capital por el concepto de esta idea que se me ha ocurrido a mi solito en mis ratos libres, irá para la hacienda del reino

--un 18 es demasiado -replica el ministro Montoro en tono desafiante al oír la palabra “hacienda”-, vamos a ver, lo mismo que tú pides un 18, yo te digo que puedo ordenar una inspección de tus gastos en la época de Zapatero, vamos a ser razonables, a hacer lo que yo diga, y a...

El autor, como impulsado por un resorte al oír las palabras y la actitud de Montoro, se dirige desde la pantalla de plasma donde ha hecho la presentación con puntero láser, a la mesa donde están su computadora y efectos personales, pilla un post-it amarillo y rápidamente escribe unas palabras en el papel, lo dobla en dos mitades y se lo entrega al ministro Montoro con expresión tranquila.

--toma, aquí tienes un certificado anti-inspecciones -le contesta el autor mientras le entrega el post-it; Montoro, muy intrigado, desdobla el papel y lee estas palabras: “certifico que, como no estés con el pico cerrado, te esperaré a la salida y te pegaré. Fdo: el autor”, el gesto del ministro muda al instante, al parecer, la frase ha producido honda conmoción en algún recóndito rincón de la psique del ministro, ya que sacando un rosario del interior de su chaqueta, se pone a rezar fervorosamente con la cabeza baja.

Cualquier lector avispado a estas alturas habrá deducido que el momento es de gran tensión; las pretensiones del autor de conseguir un simple aumento en el presupuesto para su departamento penden ahora mismo de un hilo muy fino, el momento pues es delicado y el autor es consciente de ello. “O sea que lo de los recortes era cierto...” piensa el autor. Por vez primera en su vida profesional, no una, sino dos personas del gobierno, dudan de su modesto criterio a la hora de decidir el líquido necesario para el desarrollo, mantenimiento y mejora de lo que a él le parezca mejor en lo que viene a ser el área que a él más le interese en cada momento. El autor sabe que tiene que convencer y que es un momento crucial. De repente el autor tiene una idea, misteriosamente cambia unos cuantos muebles de sitio, después se dirige a su portátil y se conecta a yutú, busca este número musical y lo pone en pausa en 0:28, se quita la chaqueta, se remanga, comprueba el usb de su portátil para que se vea el video de yutú en la pantalla de plasma y le da al play mientras, como si fuera un espejo, empieza a bailar siguiendo los movimientos de Fred Astaire.

--a ver si así os consigo convencer -exclama el autor mientras inicia la ejecución de la danza. Al principio los ministros y el presidente le miran extrañados, pero al poco la vicepresidenta empieza a mover la cabeza rítmicamente y poco más tarde el ministro Wert empieza a tamborilear con los dedos en la mesa. Gallardón no aguanta más y empieza a dar palmas al ritmo de la música, totalmente entusiasmado por ese momento mágico: Fred Astaire desde el plasma, y el autor desde esa misma sala, bailando los dos de una manera perfectamente sincronizada.

Cuando llega el momento del perchero (1:06) la juerga ya es total, el autor realmente sabe bailar y lo está demostrando ante un público entregado, incluso el presidente ha decidido dar palmas. Por primera vez en mucho tiempo el presidente se siente feliz, la música y lo embriagador de ese momento de camaradería le recuerdan el ímpetu de sus años mozos y, abruptamente, decide tomar una decisión: en vez de dar palmas, casi mejor chasquear los dedos, así que el presidente empieza a chasquear los dedos al ritmo de la música, al principio tímidamente, pero después ya en plan dándolo todo con el chasqueo digital. Los ministros se percatan del momento y se miran los unos a los otros con expresión de aprobación, ahora sí, ahora sí que hay una prueba de que son un equipo, ahora sí que hay un líder que toma decisiones y que tiene un sentido del ritmo y un feeling europeísta del que pocos líderes son poseedores.

El baile continúa sin que el autor cometa ni un solo error, algunos ministros ya hace rato que se han levantado y empiezan a entrar en el área de baile al lado del plasma, unos dando palmas, otros chasqueando los dedos, y otros con cara de decididos y aflojándose el nudo de la corbata para estar más cómodos. Las damas por su parte hace tiempo que están despendoladas, e intentan por todos los medios que el par de ministros que todavía se muestran reticentes se lancen a bailar también de la manera que ellos prefieran, sin cortarse ni un pelo: o bien dando palmas, o bien chasqueando los dedos, o simplemente moviendo el cuello como una gallina y andando con las piernas flexionadas. Por supuesto el espectáculo es muy patético, más ridículo de lo que nadie pudiera llegar a imaginar, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad estética huiría de aquel lugar y momento con lo máxima celeridad posible, el autor se da cuenta de ello perfectamente, pero también significa que su estómago es más de hierro que nunca y que su capacidad de adaptación a lodazales de todo tipo progresa adecuadamente. El autor ha visto una oportunidad, un resquicio en la inquebrantable y cabezona negativa decisión presupuestal y lo ha aprovechado: un ingenioso ejercicio de control mental a nivel gubernamental usando el lenguaje imperativo de la danza moderna, un que me digan ahora después de este pedazo baile que no me van a subir el presupuesto, un atrévete a decirme ahora que no cuando estás comprobando que el ritmo y todo tu organismo te están diciendo que sí.

Incluso Montoro parece mucho más relajado, el autor se da cuenta de ello y se acerca al ministro con unos gráciles pasos de baile, así andando como de lado y usando convincentemente el chasqueo digital, como diciendo: “no soy un pandillero portorriqueño, pero voy así de lado chasqueando los dedos con este arte porque la situación así lo requiere”, Montoro se percata que el autor se dirige hacia él y todos se dan cuenta de algo más... claro, eso es, el autor ya no está sincronizado con Fred Astaire en la pantalla de plasma. El autor se acerca a Montoro y se funden en un abrazo, el autor le dice algo al oído y el ministro asiente con una ilusionada sonrisa, después el autor se acerca al presidente y le lleva al lado de Montoro, se coloca en el medio, mira a ambos, intercambian una mirada de inteligencia, el presidente y el ministro asienten con la cabeza, el autor dice en voz alta “uno, dos... un, dos...tres”, y es en ese mismo momento, de una manera perfectamente sincronizada, cuando el presidente del gobierno, el ministro de hacienda y el autor, se ponen a chasquear los dedos los tres a la vez al ritmo de la música, primero usando la mano derecha, después la mano izquierda, y como colofón final, dan por finalizado el número músical con un trío ejecutando un arriesgado chasqueamiento dactilar a dos manos, con un público totalmente entregado debido a lo especial del momento.

El momento baile ha acabado y el presidente y los ministros se miran los unos a los otros como si no fuera posible tanta felicidad, el autor está ahí colocado con expresión tranquila y satisfecha. La hoja de ruta que había trazado se ha visto al fin completada, es cierto que de alguna manera la caja de los truenos ha sido abierta pero eso ya no es de su competencia, reflexiona el autor para si mismo, porque el presidente, chasqueando los dedos, ha dado orden al ministro Montoro para que apruebe el aumento en el presupuesto de su departamento. La apuesta ha sido arriesgada, el autor sabía que el baile podía convencer al presidente, “¿y a quien no?” reflexiona sonriendo levemente, pero el momento del inicio del chasqueo, ese instante crucial en el que el presidente decide que qué coño, que se va a poner a chasquear los dedos aunque le miren raro, ese momento decisivo es fruto exclusivamente del enérgico cambio de personalidad al que se ha visto sometido el presidente, y esto, amigos míos, no es una ciencia exacta, una cosa es convencer, y otra que la decisión de ponerse a chasquear los dedos parta exclusivamente de la voluntad de la persona sometida a este tipo de control mental usando técnicas que impliquen un video de Fred Astaire remangado.

Provocar que se efectúe un chasqueamiento dactilar, por pequeño que sea, siempre implica unos riesgos y eso lo sabe todo el mundo, pero desde este momento por lo menos el presidente tomará decisiones, se acordará del chasqueo y pensará que, como pega, lo más guay será dar alguna orden en ese momento, entonces dirá algo y chasqueará los dedos como subrayándolo.

Que Dios nos pille confesados.

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