martes, 13 de enero de 2015

Hijos de la axarquía


Recientemente, un compañero de trabajo que conoce mi excelente gusto sobre el tema de qué ver, me pidió mi humilde opinión precisamente sobre eso, mi respuesta fue: “pues yo ahora estoy viendo una serie de una banda de motorilos”, lo dije con una expresión tan sincera que por lo visto desperté su curiosidad y su ansia de saber más, como paso previo al proceso de copia, o más bien diría yo, de localización y descarga.

Música
A pesar de mi bagaje musical, no soy capaz de reconocer ni un 2% de las canciones o intérpretes que suenan, así que he investigado sobre ello y he aquí el resultado para el que le interese. Lo realmente importante es saber de antemano que esta serie nos proporciona con generosidad ese “momento videoclip” donde podemos emocionarnos por la comunión audiovisual, o sea, que ponen música que suena muy americana cuando van en moto o cuando se acaba el capítulo, y muestran cuidados planos encadenados en cámara lenta con las distintas situaciones y caretos que se les quedan por causa de los marrones, de complejidad casi shakesperianal, en los que se envueltos los protagonistas y que tienen su origen en el universo macarra-motorilístico californiano que sirve de escenario a esta serie.



Estética
La gente del club viste de negro, el negro pega con todo y es elegante y sufrido a la vez, si usamos como base de nuestra vestimenta ese chaleco del club con las letras bien grandes y negro como la muerte, y lo combinamos quizás con una cadena al cinto en un lado y un cuchillo de caza al otro, podemos estar seguros de no desentonar allá donde vayamos. Hay un hecho incontestable, a través de la ropita que nos ponemos todos intentamos proyectar una imagen de glamour, en este sentido, la estética motorila es solo comparable en estilo y distinción, a la de un recién licenciado de la escuela de oficiales de las SS en uniforme de campaña y subido a un blindado ligero mientras examina su mapa y enciende un cigarrillo ruso con expresión pensativa.



La historia de hamor
El chico protagonista es motorilo y rubio, viste a la moda, y camina por la calle con su chupa del club y el desparpajo y la gracia de Tony Manero, lo que hace que todas las tías quieran ser folladas por él. Sin embargo, cuando procede, en el momento del yacer, le pasa que busca en ellas algún rasgo que le recuerde a la tía que realmente le gusta, así que cuanto más mete, más evidente resulta para él que no está metiendo con la que le gustaría, y claro, el pobre hombre se ve en una situación tan chunga que ya no sabe a quien follarse para conseguir olvidarla y se le viene encima el inevitable vacío existencial porque, aunque hace diez años que no la ve, se acuerda que qué guay era, pero también de que ella es cirujana, gana una pasta y tiene una profesión respetable y él es un motorilo. Sí, es verdad que es el motorilo vicepresidente del club original Sam Crow y un respetado fuera de la ley, pero igual eso no es suficiente para ella, ademas igual hasta es mejor para ella el no mezclarse en asuntos ilegales y peligrosos. Pero por otro lado, la última vez que lo dejaron y ella se buscó un novio se lo tuvo que cargar porque resultó ser un psicópata muy pesado, así que tan malo no es, se consuela con ese pensamiento y con la idea de que ella sabe que él estará siempre disponible si vuelve a necesitar de sus letales habilidades motorilas, aunque ello suponga refrescar de VCD a FullHD la imagen que se proyecta en su cabeza en ese momento para él tan sufrido del holgar con mujeres fermosas pero por motivos puramente amnésicos.

La chica protagonista se fue del pueblo hace diez años y volvió escapando de su novio psicópata, ahora trabaja en el hospital del condado y en cuanto vuelve a ver al motorilo renueva su vestuario con camisetas negras de tirantes. La afinidad química entre ambos es indudable, él cuando la mira ve a su cosita, esa cosita morena y cirujana en la que piensa siempre mientras se tira a otras, ella cuando le mira ve a su pichabrava, y a pesar de su carrera de medicina y su especialidad en cirugía, la entran ganas de ponerse un delantal y rajar la cara de lado a lado a cualquier putón que se acerque a su hombre. Intenta diseccionar el problema con frialdad y precisión, pero es que la chupa del club le queda tan bien... al igual que le pasa a él, muchas veces piensa que es mejor estar juntos por evidentes y húmedos motivos y que el futuro sin él es como una sopa sin sal, para a continuación pensar lo contrario, de tal manera que casi siempre, cuando uno piensa en una solución y toma una decisión, el otro decide justo lo contrario por hacer lo mejor para los dos, entrando en un bucle lógico en apariencia binario y que solo precisa de sincronización para terminar, pero que en el fondo trasciende el tiempo y el espacio por las profundas connotaciones metafísicas que solo tienen las verdaderas historias de hamor.

1 comentarios:

Anonymous engelson ha dicho...

Los enemigos
Los enemigos permanecen y son constantes ante las adversidades y el tiempo, jamás le serás indiferente a un enemigo y por la calidad de tus enemigos serás recordado. No muestres temor delante de tus hermanos del club ante la perspectiva de una quedada para darse de hostias o una buena balasera, únete con entusiasmo y acaba con ellos, nada que relaje más que cortar las cabezas de tus enemigos y clavarlas en picas a la vista de todos. La lista de los enemigos del club es larga, de momento: los nórdicos, la liga de nacionalistas americanos, la hermandad aria, los nazis cocineros del director Skinner, los mayas, los calaveras, el FBI, la ATF, la policía estatal, el IRA, y un productor de porno sin escrúpulos.

16 de enero de 2015, 20:00  

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